Nono

Escrito el 17/10/2021
Consultora Celtis


En un mágico enclave del legendario valle, sobre una porción de tierras abrazadas por los cauces serenos y dorados de dos ríos cristalinos, se despliega el histórico pueblo de Nono. En sus calles se respira armonía y tradición, y sus paisajes seducen a todo aquel que se detiene a contemplarlos.

Los comechingones habitaron primitivamente las tierras del valle. Algunos investigadores indican que el lugar era llamado “huacsacampichira”, significando “senos de mujer” refiriéndose a la presencia de dos cerros de similar dimensiones y forma cónica, que se encuentran juntos en la margen del río Los Sauces. Otras teorías le asignan el mismo significado al término aborigen “ñuñu”.

En el año 1595 las tierras se entregaron en merced a Juan Nieto. Mas tarde, su viuda se casó con don Alonso Nieto de Herrera, quien donó todas sus pertenencias a la Orden Jesuita. A partir de entonces, se produjeron subdivisiones que formaron distintas estancias, se sucedieron ventas y donaciones, u el sector de Nono fue centro de conflicto por largo tiempo.

Llegando el siglo 18, el General Bartolomé Olmedo se instaló en una estancia de las inmediaciones. En forma permanente trataba de ganar terreno a los aborígenes, que vivían al norte de sus tierras.

En el año 1718 una gran epidemia azotó el lugar, la población indígena fue diezmada, muriendo también el Cacique Santuchón. Permanecieron alrededor de 30 familias, según consta en antiguos documentos. De inmediato, el presbítero Agustín Olmedo, hijo del general, adujo al virrey que las tierras estaban vacantes, solicitando su postedad. Los aborígenes reclamaron sus derechos y las mismas fueron restituidas en el año 1721. El hecho se repitió nuevamente en 1749, cuando fueron obligados a abandonar el lugar, el entonces Cacique Diego Yaxista y Salcedo envió una carta al rey de España, quien autorizó la devolución de tierras en 1751. Queda demostrado una vez mas el tesón de esta comunidad por defender su espacio y forma de vida.

La estancia Santa Cruz de Nono, de los Olmedo, y otros centros productivos en sus alrededores, brindaron un importante crecimiento a la región, desarrollando cría de ganado y especialmente cultivo de frutales. Este fue un factor determinante para que se manifieste la formación del pueblo. En el año 1818, el Dr. José Gregorio Patiño, párroco del curato de San Javier, promovió la creación de la primera escuela. Hacia 1840, el gobernador Manuel Quebracho Lopez, ordenó la realización de un censo que arrojó una población de más de 2000 personas en Nono. Dos años después, se erigió una capilla de adobe y techo de paja, en honor a San Juan Bautista, y el pueblo fue una realidad. Décadas después, esa pequeña capilla se convertiría en el templo de la localidad con un nuevo edificio iniciativa de Don Vicente Castro y obra a cargo de Juan Manito. Fue librado al culto en 1915 y bendecido por el Monseñor Inocencio Dávila Imatos. Su bella arquitectura muestra 3 naves, cada una exhibe luminosos vitrales y una sucesión de ventanales con arco de medio punto. Su fiesta patronal se celebra el 29 de agosto. Durante el siglo 20 y los primeros años del siglo 21, Nono acompañó el desarrollo y crecimiento de la actividad turística de la provincia, constituyéndose en unos del los destinos turísticos del valle, donde la belleza majestuosa de sus cerros y el susurro de sus mansos ríos, son escenario natural para el disfrute en plenitud. El río Los Sauces dibuja su cauce sereno sobre la margen oeste del poblado, brindando amplios sectores de playas de arena, donde verdes sauces se suceden prosiguiendo el trazado del agua.

A 6 km hacia el este, apenas subiendo por la ladera de los cerros y siguiendo el recorrido del Río Chico de Nono, se encuentra el balneario natural Paso de las Tropas, llamado así en recuerdo al ingreso del General José María Paz y su ejército en el paraje, en la conocida “Campaña contra las montoneras de las Sierras Grandes”, en 1830. Las montoneras eran fuerzas irregulares de caballería, es decir, organizadas por fuera de las milicias.

El paisaje que envuelve al lugar es majestuoso y este sector del río se caracteriza por sus ollas de aguas transparentes, formadas en medio de grandes rocas por donde el agua juega a inmiscuirse mientras baja de las altas sierras, continuando luego su cauce hacia el dique La Viña.

ALTURA: 884 msnm


Fuente:

ALTAMIRANO, Marcos. 2015. Noroeste de Córdoba. Casano Gráfica, Buenos Aires, Argentina. 180 pp.